Por Agustín Lavandeira
-“Por Dios, vayámonos de una vez. Mañana es lunes, rendimos y nosotros acá, muriéndonos de frío. Venimos porque pasamos gratis, nada más!”
-“Mira ese ¿Cómo es que se llama? ¿en dónde había jugado en primera? Fijate que gordo está! Seguro vino a préstamo un tiempito”
-“No sé qué es peor, que se nos escape en el final, estos que están acá puteando o aquellos de allá que se van faltando 15 minutos”
Son incalculables las veces que comentamos esto en nuestro lugarcito de la platea oeste y tiempo después lo seguimos recordando.
Obviamente que por el hecho de ser jugadores del club era una obligación moral, por así decirlo, asistir a los partidos del torneo argentino. Igualmente, las ganas de quedarnos en casa nunca faltaban.
Crecimos en el club y no fuimos ajenos a las repetidas decepciones en los argentinos. A pesar de todo seguíamos yendo, nunca supimos por que. Quizás porque no pagábamos, pero siempre hubo algo más que nos empujaba. Y con el tiempo lo fuimos descubriendo.
Todavía recuerdo el 2008, con el desmoronamiento de las expectativas en la primera fecha, con los primos. Por supuesto había que esperar y ese arranque trajo una mezcla de victorias y empates, al menos en los 7 primeros partidos, con un saldo de 12 puntos sobre 21 posibles. Coqueteando con el descenso, llenos de dudas, sin saber lo que se venía. Ya todos saben el “final” de la historia, aunque en realidad fue el comienzo. Como olvidar la noche del Coqui, el pase a la final, la batalla con Crucero del Norte… Y nosotros que habíamos mantenido aquellas charlas, empezábamos a entender de qué se trataba esto. Nunca estuvimos los jugadores de inferiores, siempre fuimos hinchas.
¿Y que decir del Argentino A del 2009? Otro cachetazo en el comienzo, ese mediodía en Mendoza, por televisión. Partidos duros, parejos, como la categoría. Llegamos al 8vo encuentro con tan solo 7 puntos de 21 posibles y de nuevo la misma historia. Reprobación, reclamos, insultos… Parecía figurita repetida en el álbum del hincha. El descenso nuevamente a la vuelta de la esquina y las dudas latentes. Pero el destino nos enseñaría otra vez lo equivocados que estábamos. Como en el 2008, de menor a mayor, de principio a final. La amargura no era la misma que meses atrás, la tabla termino de cabeza y el celeste bien arriba luchando hasta el ultimo suspiro, en la puerta del ascenso.
El 2010 no podía ser diferente, si de expectativas hablamos. Esta vez un arranque lleno de gozo, pero el resto olvidable. Rachas negativas, la misma desaprobación de siempre y comportamientos inentendibles por parte de algunos. Tan solo 5 puntos de 18 posibles y las incógnitas presentes. Y es aquí donde me detengo.
Sufrimos en el 2008, lo mismo en el 2009. Si la vida da tantas sorpresas y el destino es indescifrable, ¿Por qué no aprender de la experiencia y ver que pasa? Parece mentira que algunos no hayan entendido de que se trata esto pero confío en que Hugo y los suyos si lo hicieron.
Finalmente comprendimos que no se trata de rachas, puntos o estadísticas, ni de pagar una entrada. El amor por los colores nos enseño a confiar en el futuro, a no descartar posibilidades… A ver que pasa. Y si, es cierto que también puede salir mal, pero si la historia fue así PERDÓN! pero déjenme soñar. Como no lo hicimos antes con mi amigo Joaquín, pero si lo haremos ahora… hasta el final de esta historia.