El final del ciclo de la dirigencia
encabezada por Iván Rozzi no es igual al de otras transiciones políticas en el
club. Más allá de criticas y elogios, que siempre los hay, y los festejos de
unos y las tristezas de otros, el cambio es positivo. El por qué digo esto
tiene una explicación simple. Lo que se hizo en estos últimos 5 años obliga al
que viene a redoblar la apuesta. Y esto tiene un solo beneficiario:
ESTUDIANTES.
Recuerdo el comienzo de la gestión Rozzi. Momento
duro si los hubo. También memoro cómo se fueron sucediendo y sorteando cada
contingencia. Y primero se salvó la categoría, luego se fue campeón, explotó el
estadio y se vivieron momentos inolvidables como los partidos ante Talleres. El
descenso fue el corolario, pero el perder forma parte también de la trilogía de
resultados deportivos. Lo bueno y lo malo, se dio todo.
Así también un día se pintó la cancha, otro
esa mole inerte y sin destino que daba al norte se convirtió en una tribuna, y
se multiplicaron las cabinas, y se cambiaron a nuevo los vestuarios, bancos,
utilería, sala médica, la estructura de chapa dejó de ser un garaje cubierto
para ser un gimnasio de básquet, otro gimnasio se le agregó y se hizo otra
tribuna y muchísimas obras más. Como hacía años no pasaba Estudiantes se
renovaba y volvía a la consideración general.
Hoy la situación requiere una oxigenación. Rozzi
lo dijo en el cierre de Imperio Celeste y le sumó algo más: “Hoy el mejor
presidente para Estudiantes es Roberto Gualtieri”. Y Gualtieri lo será. Y será
el indicado para mejorar lo hecho. Lo demostrado en su labor profesional lo
avalan. “Es lo que había que hacer” me dijo Rozzi hace unos instantes. Tiene razón.
La transición debe hacerse de manera
ordenada, sin rencores ni revanchas. No hay que estigmatizar al que se va en
pos de alabar al que viene. No sirve. Estudiantes no se lo merece. La visión
debe ser hacia adelante pensando en que todo lo nuevo será mejor y se puede
hacer más por nuestro amado club.
Salud por el futuro.