Alaníz, Trovatto y Caram lucen sus nuevos buzos
Pituco: Niño bien, joven elegante, cajetilla.
Hace mucho tiempo eran algo común las
giras que realizaban los equipos de fútbol dentro del país. Así como los
equipos de Primera de AFA venían a visitarnos, los clubes de la ciudad de Río
Cuarto aprovechaban las fechas libres para recorrer las canchas de la región.
A finales de la década del 40 esta práctica era muy habitual y Estudiantes era constante animador de partidos amistosos trascendentales en varios pueblos de la provincia. El viaje a cada una de las localidades no solamente implicaba mostrar cualidades futbolísticas distintas sino que también se buscaba dar una imagen como club. Hasta ese momento se iba vestido con ropa de calle, se cambiaban en el vestuario y a jugar. La vestimenta de futbolista incluía sólo camiseta, pantalón corto y medias.
Pensando en estar bien presentados para cada ocasión, los jugadores celestes plantearon a sus dirigentes la necesidad de contar con buzos de frisa que los uniformara en la previa de los partidos. Sin plata para satisfacer el pedido, el Dr. Vicente Emma se sacó su reloj de oro y se lo dio al capitán del equipo para que hiciese una rifa y con lo recaudado compraran las prendas. Gracias a la solución de Emma, Estudiantes fue el primer club de la ciudad en contar con buzos y el tener la prenda distintiva los valió el mote de “pitucos”.
A finales de la década del 40 esta práctica era muy habitual y Estudiantes era constante animador de partidos amistosos trascendentales en varios pueblos de la provincia. El viaje a cada una de las localidades no solamente implicaba mostrar cualidades futbolísticas distintas sino que también se buscaba dar una imagen como club. Hasta ese momento se iba vestido con ropa de calle, se cambiaban en el vestuario y a jugar. La vestimenta de futbolista incluía sólo camiseta, pantalón corto y medias.
Pensando en estar bien presentados para cada ocasión, los jugadores celestes plantearon a sus dirigentes la necesidad de contar con buzos de frisa que los uniformara en la previa de los partidos. Sin plata para satisfacer el pedido, el Dr. Vicente Emma se sacó su reloj de oro y se lo dio al capitán del equipo para que hiciese una rifa y con lo recaudado compraran las prendas. Gracias a la solución de Emma, Estudiantes fue el primer club de la ciudad en contar con buzos y el tener la prenda distintiva los valió el mote de “pitucos”.