Hubo un tiempo en que las cosas en el fútbol se vivían de una manera más lírica, sin el dramatismo y la presión con el que se manejan hoy. El amateurismo acrecentaba la camaradería y el compañerismo y los colores estaban por delante de todo.
Esaltación Domínguez, el Negro, llegó a Estudiantes en 1941. Venía de Suco, de una familia numerosa y pobre. Trabajaba en los galpones, hombreando bolsas hasta que Enrique Bauducco (que era de Sampacho) le propuso firmar para Estudiantes e instalarse en Río Cuarto.
Fue el 2 de Estudiantes en toda la década del 40 y no solamente logró destacarse como jugador sino también por el ejemplo que le daba a los jugadores más jóvenes.
Corría el año 1947, y el joven Sergio Pascual Ghergo jugaba en la 4ª división celeste. Una mañana cuando llega para jugar en su categoría ante Atenas, le avisan que lo hará a la tarde en primera porque Domínguez se había lesionado. Estudiantes ganó y Domínguez se acercó al vestuario y le dijo a Ghergo, “sos un gran 2, te dejo el puesto”.
El Negro había visto como Ghergo se había afianzado y creyó correcto no tapar la proyección de un jugador del que pensaba jugaba mejor que él, a pesar de que todavía podría haber jugado mucho más en la primera de Estudiantes.
Domínguez dejó la 2 pero siguió ligado al club hasta el día de su muerte y sus cenizas descansan dentro del campo de juego del Ciudad de Río Cuarto, frente a su platea.
Ghergo jugó en Estudiantes hasta los años 60 y en 1969, como DT, fue campeón de la Liga Regional.
Ninguno de los dos olvidó ese gesto, y cada vez que se les requería una anécdota se referían a ese hecho. Ghergo reconocía en su mentor la confianza que depositaba en él siendo apenas un adolescente. Domínguez lo consideraba como una sucesión natural, había aparecido alguien que jugaba mejor entonces el puesto era para él. Así de simple, como era el fútbol de esa época.