Hay personas que trascienden la vida deportiva de los clubes, y sin ser futbolistas, basquetbolistas o atletas, se convierten en emblemas y símbolos de esas instituciones. Carlitos Alturria es una de ellas, y por más de 40 años es imposible no asociar su nombre al de Asociación Atlética Estudiantes.
Muchos crecimos en el club a la par de él y lo vimos ocuparse incansablemente de casi todo. Desde que llegó adolescente y trabajaba codo a codo junto a Don Capello y la Tía Erciria en los viejos vestuarios de fútbol infantil. Después con Maldo y Galíndez como laderos, más acá en el tiempo con César Oviedo que repartía el tiempo con sus sueños de arquero y las labores del club, y siempre con su querida familia Tere y Juancito.
Cuando uno iba a trabajar al estadio sabía que siempre podía contar con él. Sólo había que buscarlo en su taller. Si hacía falta una herramienta, arreglar algo en las cabinas, abrirnos alguna puerta o simplemente charlar de la vida y escuchar esas anécdotas de cómo por décadas mantuvo las mismas redes de los arcos o esa precisión milimétrica para marcar los límites del campo de juego, o cómo con alambre y la soldadora se las ingeniaba para arreglar el mundo. Así se mostraba, simple y querible.
Hoy nos dejó Carlitos y es una presencia que se extrañará, aunque seguro, desde otro plano, estará en todo lo que es Estudiantes.
Desde Página Celeste enviamos nuestro más sentido pésame a toda su familia.
