Dicen que en 1976, cuando Talleres de Córdoba realizaba una gira por Zaire, un periodista africano sentenció que "el hombre de los cabellos negros y largos era el Dios del Fútbol" y que los había deslumbrado como Pelé. Ese morocho melenudo, dueño de un talento sin igual para el fútbol era Luis Antonio Ludueña, figura de Talleres y la Selección Nacional, y en 1982 llegó a Río Cuarto para jugar en Estudiantes.
El celeste se estaba armando para el Provincial y sumaba jugadores en el último tramo de la Liga Regional 1982. El 1 de agosto, en un clásico ante Banda Norte, hizo su debut. "Se puede catalogar como aceptable, un poco falto de estado, pero con un toque que llevó al aplauso al público celeste por estar acompañado de enorme calidad futbolística", reseño el diario La Calle sobre el primer partido de Ludueña en Río Cuarto.
En ese torneo fue subcampeón, aunque lo mejor estaba por venir.
Luego de un inicio con algunas dudas, el celeste se afianzó y le disputó la supremacía provincial a Belgrano, a quien derrotó luego de 3 finales. Estudiantes se consagraba Campeón Provincial y clasificaba por primera vez al Nacional de AFA, con el Hacha como símbolo, figura y goleador. El torneo se selló con un gol suyo, inmortalizado por el relato de Osvaldo Wehbe con el "hágalo Ludueña" y la celebración frente a la tribuna pirata con la camiseta de Talleres bajo la celeste de Estudiantes.
Después del Nacional jugó el Apertura 1983 de la Liga (fue campeón) y tras ganar el Pre Regional 1983 se alejó de Estudiantes.
Su estadía en Río Cuarto no pasó desapercibida. No solamente por lo que significaba su figura, sino además por lo que le aportó futbolísticamente a Estudiantes. Formó una línea de volantes de antología con Pitarch, Silva y Santecchia, y disfrutamos de su habilidad para generar juego, tocar y asistir. Cuando el equipo lo necesitó jugó más adelantado y nos deleitó con su enorme capacidad para definir y los números nos muestran que tuvo un promedio de casi 1 gol cada 2 partidos.
El almanaque dirá que estuvo un poco más de un año, sin embargo por el recuerdo de cómo llenó ese tiempo de fútbol será eterno, como lo es Dios. Gracias por tanto Hacha y que descanses en paz.