jueves, 24 de marzo de 2022

DÍA DE LA MEMORIA: EL RECUERDO DE IGNACIO MANUEL CISNEROS

 


Hay historias que deben ser contadas. Para reforzar la identidad, para fortalecer la memoria. Merecemos conocerlas porque tienen que ver con nosotros. Porque mezclan nuestro pasado como país con vivencias de nuestro querido club, con las cuales podemos sentirnos identificados. El amor por los colores, el sentimiento de pertenencia, la defensa de los ideales. Esa es la historia de Ignacio Manuel Cisneros

UNA PARTE DE SU HISTORIA
“Patios que fueron callados, testigos de bulliciosas esperanzas”***

Ignacio Manuel Cisneros nació en Río Cuarto el 22 de octubre de 1947. Hijo de María Antonia Iraola y Manuel Cisneros.  Sus estudios primarios los cursó en la Escuela Normal mientras que el secundario lo hizo en el Nacional. En 1966 dejó la ciudad para estudiar Agronomía en la Universidad Nacional de La Plata, donde llegó a ser Secretario Académico de la Facultad en 1973. Como militante del peronismo revolucionario tuvo una activa participación en la política universitaria y partidaria. Por las persecuciones de la Triple A regresó a Córdoba. Estaba casado y tenía un hijo.
Fue secuestrado el 15 de febrero de 1977, luego de visitar a su familia en Alpa Corral. Estuvo unos meses en La Perla, fue trasladado a La Plata y aproximadamente en junio de 1977 lo llevaron nuevamente a Córdoba, donde según testimonios fue asesinado. Continúa desaparecido.

LA CASA, EL CLUB, EL PATIO DE LA INFANCIA

“Amor nacido en la infancia, que va creciendo en el tiempo”***
Para la familia Cisneros Estudiantes era más que un club deportivo. En el verano de 1950 se mudaron a una casa ubicada sobre la Avenida España por lo que fueron testigos directos de cómo se edificó la Sede Social y fue creciendo el club. Ignacio, “Corcho” y su hermana Marta, “Patora”, ingresaron como socios cadetes de muy niños. “Nuestros primeros recuerdos de niños eran pasar primero por la plaza San Martín y después cruzar a Estudiantes”, nos cuenta Patora, y agrega que “disfrutábamos todo, los juegos, las hamacas, la pileta, el club era el patio de nuestra infancia”, como la continuidad de la propia casa. Un lugar al que sentían de ellos y al que sabían que podían ir siempre.  “Crecimos en el club, que era vida social, juegos e infancia, y para mi hermano era el lugar de sus amores”, nos sigue relatando.
El Corcho hizo el recorrido habitual de los pibes celestes de su época: cadete, baby fútbol y divisiones inferiores. Guitarrero y futbolero, las peñas folclóricas matizaban los gustos musicales y Estudiantes su amor por la pelota. Y así se lo ve en una foto de 1963. La pose de futbolista en cuclillas, la mano apoyada en el compañero que tiene la pelota y la sonrisa de la indisimulable alegría de vestir la camiseta celeste de piqué con cuello chomba blanco y bolsillo que usaba Estudiantes en los años 60.

EL CLUB Y ESA IMAGEN QUE ES LA EVOCACIÓN CONSTANTE

“Cada baldosa en los patios guarda un recuerdo querido”***
María Antonia, la mamá de Corcho, encuentra en diferentes cosas el recuerdo  de su hijo. Una de ellas es Estudiantes. “Estudiantes, el club, es otra imagen que mi mamá tiene de mi hermano” afirma Patora. “Cuando lo tapiaron fue un dolor inmenso. Mi mamá constantemente sacaba fotos para mantener el recuerdo. ¿Qué harán con la placa de Pistarini? Se preguntaba.  Es la historia de la familia, es muy simbólico”. Por eso fue un renacer cuando se recuperó la Sede Social. “Es una gran alegría verla ahora nuevamente con vida y movimiento, toda iluminada”.
“Guardan manteles tendidos de las noches navideñas, saben de dichas y ruegos y también saben de penas”***
Para cada uno de los que amamos a Estudiantes, el club tiene un significado distinto, muy personal y único. Para algunos representa el fútbol, para otros la vida cotidiana y social, la memoria de un momento feliz o un sentimiento de nostalgia. Para los Cisneros es el recuerdo del hijo, el hermano, el ser querido. Ese que les arrancaron de las manos y todavía esperan.

***Fragmentos de la canción de Los Chalchaleros “Patios de la casa vieja”, la cual, según los relatos de sus compañeros de cautiverio en La Perla, Ignacio tatareaba y que su hermana Patora sintió como una señal “para que no nos quepan dudas de que se trataba de él".